domingo, 2 de diciembre de 2012

Proclamar la libertad


He decidido darme un tiempo para sanar las heridas por dónde casi se me escapa la vida. Han pasado dos semanas desde la última vez que les escribí. Les escribo porque ha pasado algo nuevo en mi vida: la relación con Gabriel no anda nada bien.

Después de pasar casi una semana en el hospital noté a Gabriel un poco raro. El miércoles pasado noté que estaba muy pendiente de su celular. Así pasaron los días hasta ayer, cuando decidí preguntarle el por qué estaba tan pendiente del celular. Después de un “tira y afloja”, logré quitarle el celular. Gabriel había agendado una cita en Cuernavaca para la semana siguiente con un chico llamado Roberto.

Sabía que era estábamos en una relación poliamorosa, pero ¿Otro más? No conocía a ningún Roberto. Le pregunté a Rocío si conocía a algún Roberto que tuviera contacto con Gabriel. Ella contestó que no. Ella había notado a Gabriel muy distante desde aquel incidente en el baño. Llegaba del trabajo y se encerraba en su recamara mientras Rocío se preparaba para regresar al hospital conmigo.

Hoy por la mañana decidimos confrontarlo y preguntarle sobre aquel chico que lo había mantenido muy distante. Estaba decidido a enfrentar la situación  y dije: “¿Por qué has estado tan distante con nosotros y tan pendiente del tal Roberto? ¿Acaso planeas que se una un cabrón más a esta relación?”. Gabriel me miró, echó una carcajada al aire y dijo: “¿Te preocupa? Al parecer te has ocupado en mantenernos al pendiente de ti olvidando que tenemos cosas que hacer”. Rocío, muy enojada le contestó: “¿Ya se te olvidó por qué llegó a ese extremo? ¿Por qué lo juzgas? Tú no te has atrevido a decirle a tu madre que te coges a un hombre y a una mujer al mismo tiempo. No te quieras hacer el maduro.”

Intentó dar una bofetada a Rocío la cual detuve con  la mano, aún con suturas, y le dije: “No te atrevas a tocarla, cabrón. ¿Te molesta que te digan la verdad? Rocío y yo, ya enfrentamos a nuestras familias y estamos aquí. Habíamos dicho que nos íbamos a apoyar incondicionalmente. ¿Por qué nos tratas así?”.

Gabriel soltó unas lagrimas y dijo: “Yo no tengo el valor como ustedes. Soy muy débil para enfrentar algo tan fuerte. Roberto es mi psicólogo y me ha estado ayudando. Comencé a consultarlo cuando Alberto intentó quitarse la vida. Yo quería ser más fuerte que ustedes y no puedo. Soy un pendejo.”

Lo abrazamos y le dijimos que todo estaría bien. Es momento de ayudarlo a enfrentar este paso tan grande. 

Estamos planeando aprovechar que Gabriel va con su psicólogo a Cuernavaca y ahí poder controlar la situación con sus padres. Estaremos presentes: Rocío, Gabriel, el padre de Gabriel, la madre de Gabriel, sus hermanos y yo. Espero que todo salga bien.

domingo, 18 de noviembre de 2012

La verdad

Ha pasado una semana desde que iniciamos nuestra relación poliamorosa. Decidí contarle sobre mis preferencias a mi padre el viernes por la noche. Mi padre llegó, como siempre, a las 21:35 horas. Jamás me había puesto tan nervioso con su llegada. Le dije: “Papá, tengo que platicar algunas cosas contigo y con mamá. ¿Podemos ir al estudio?”. Asintió con la cabeza.
Estoy seguro de que mi madre presentía aquella noticia. Hace tiempo me había escuchado hablar con Gabriel. Era una plática “candente”. En el momento en que descubrí que mi madre estaba escuchando, colgué el teléfono. Ella se fue.
No sabía cómo explicarlo. No sabía qué palabras usar. Ha sido uno de los momentos más difíciles de mi vida. En el momento en que vi a mis padres sentados y tranquilos, dije: “Han pasado 20 años desde que llegué a esta familia. Hace unas semanas descubrí quien soy en realidad. Soy bisexual y tengo novia y novio.”
Los ojos de mi madre comenzaron a soltar unas lágrimas y corrió a abrazarme. Me dijo: “Es tu vida y yo te acepto como eres. Me enorgullece saber que tienes la confianza para decirlo de frente. Eres mi más grande orgullo”.
Hubiera deseado que la actitud de mi padre fuera la misma. Empujó a mi madre y comenzó a insultarme. Dijo cosas tan hirientes que comencé a llorar como si fuera un bebé. Esas palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón y me han lastimado. Hay unas palabras que no saldrán tan fácil de mi cabeza: “Solo eres un error. Yo sabía que no era una buena idea tenerte. No eres el hijo que había deseado. Me das asco. ¡Largo de mi casa!”.
Comencé a empacar. Llamé a Gabriel y Rocío para poder llevar mis cosas al departamento de Gabriel. Me sentía tan triste por la reacción de mi padre. Había terminado de empacar y mi madre llegó a abrazarme. Nos fundimos en un abrazo y compartimos las lágrimas.
Llegó Gabriel y comenzamos a meter las maletas en la camioneta. Llegando a casa de Gabriel, me encerré en el baño, tomé una navaja y corté mis muñecas. Hoy desperté en el hospital. Estaba Gabriel, Rocío y mi madre. Mi papá entró y me dijo: “Perdona lo que te dije. Eres mi luz. Dame tiempo para asimilarlo. Te veo pronto”.
Creo que al final aceptará lo que soy. No volveré a atentar contra mi vida. Hoy volví a nacer. Haré mi mayor esfuerzo para demostrarle a mi padre que sigo siendo un buen estudiante y, sobre todo, buen hijo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Hasta que el cuerpo aguante

Había llegado el momento de enfrentar mis más grades temores. Decidí hablar, con ella y con él, sobre lo que sentía. Los amaba con todas las fuerzas de mí ser.

Mis padres estaban en Veracruz, visitando a mi abuela. Decidí que mi casa sería el lugar correcto para reunirlos. La cita fue el lunes a las 19:30 horas en mi casa.
Ella llegó primero. Me impresionó su vestimenta: un abrigo negro, pantalón ajustado y botas negras. Se veía hermosa. La tomé por la cintura y la besé. Cinco minutos después, llegó él. Nunca se había visto tan bien: una camisa rosa ajustada que dejaba ver sus músculos bien torneados, pantalón de mezclilla y unos zapatos cafés. Lo besé como siempre.
Era el momento de hablar. No encontraba las palabras hasta que un impulso me llevó a decirles: “los amo y es por eso que los tengo aquí. Gabriel, eres el amor de mi vida pero me he enamorado de Rocío”. Gabriel creyó que era una broma hasta que notó la seriedad de mis palabras.
Gabriel dijo: “Sabes que me ha costado mucho trabajo llegar hasta ti, Alberto. ¿Vas a terminar la relación conmigo solo por creerte enamorado de Rocío?”.
Comencé a ponerme más nervioso. No sabía cómo decírselo. Pensé las palabras correctas y dije: “estoy plenamente convencido de que te amo. No quiero terminar contigo. Solo te estoy pidiendo que me permitas estar con Rocío y contigo. Te estoy pidiendo una relación poliamorosa”.
Rocío se notaba demasiado incómoda y dijo: “Gabriel, te amo y he aceptado compartir el amor de Alberto contigo. Dejemos de ser convencionales. Amémonos y dejémonos llevar hasta que el cuerpo aguante”.

Gabriel se levantó de su silla y salió de mi casa. Salimos detrás de él pero era demasiado tarde. Había decidido irse. Comencé a llamar a su celular y desviaba mis llamadas. Veinte intentos de llamadas después, me envió directo al buzón de voz. Al soltar la primera lágrima, Rocío había decidido irse a casa.
El sábado Gabriel me llamó y me citó en el Monumento a la Revolución. Había llorado toda esa semana por él. Al llegar, me llevé una gran sorpresa: Gabriel y Rocío tomados de la mano. No supe cómo reaccionar y comencé a llorar. Gabriel corrió, me abrazó y dijo: “No te dejaría por nada en el mundo. Te amo y solo quiero que seas feliz”. Rocío me abrazó poco después y dijo: “Te amamos y nos vamos a apoyar”.
Después de ese momento sabía que era momento de enfrentar lo que viniera. Era momento de hablar con mi familia. ¿Qué me dirá mi papá? ¿Qué dirá mi mamá? ¿Qué pasará con mi vida?

domingo, 4 de noviembre de 2012

Una fiesta exitosa

Hemos decidido, él y yo, que nos veríamos el miércoles 31 de Octubre para celebrar Halloween con nuestros amigos. Esa celebración quedará en mi memoria por mucho tiempo.
Ese día, llegué a su casa alrededor de las 19:30 horas. Su mamá me había recibido como si fuera un hijo que casi nunca visitaba su casa. La atención de toda la familia estaba sobre mí. Comenzaban a llover preguntas: ¿Dónde se conocieron? ¿Quiénes son sus amigos en común? ¿Es verdad que Rocío tuvo algo, más allá de una amistad, con ustedes?
Nunca imaginé que él revelaría tanta información a su familia. Detuvo el interrogatorio acercándome unas cuantas gomitas, en forma de cerebros, bañadas con chamoy. Muy acorde a la celebración.
Después de aquel pequeño festín decidimos que era momento de ponernos nuestros disfraces. Él decidió que comenzara aquella transformación en su recámara y él lo haría en el baño. Cuarenta y cinco minutos después, yo estaba listísimo para presumir lo que había hecho: una zombificación de Carlos Monsiváis. Él se había disfrazado de “Zapata Zombi”.  Después de un pan de muerto y un chocolate caliente, salimos a la fiesta.
El trayecto fue muy divertido: escuchando canciones de los 80’s, personas tomándonos fotos desde sus autos, comiendo gomitas en forma de cerebros, etcétera.
La fiesta era cerca de la delegación Venustiano Carranza. Al llegar, nos dimos cuenta de que ya no había lugar para estacionar el automóvil. Bajé a buscar a Lalo, nuestro amigo y organizador de la fiesta.  Él comenzó a pedir a la gente que acomodara sus autos. Al cabo de sólo cinco minutos, mi novio ya bajaba del auto.
La fiesta tenía todo lo que cualquier chico de 20 años podía pedir: cerveza, comida, buena música y muy buen “taco de ojo”. Mi novio y yo sabíamos que quizá era la oportunidad de hacer un trío con otro chico. En ese momento apareció quien provocaría, en ambos, aquella satisfacción que tanto buscábamos.
Iba disfrazado de la parca. El detalle que llamó nuestra atención fue su traje entallado que mostraba sus músculos bien ejercitados. Al cabo de dos horas y cuatro o cinco cervezas, decidí hablarle e ir al grano. Cuando le hice la propuesta, dudó solo dos segundos para decir que aceptaba. Subimos a una de las recámaras y comenzó a hacerse realidad aquella fantasía de los tres.
No supimos quién era. No supimos adónde iba. Sólo sabíamos que esa noche había salido a la perfección.
¿Cómo le diré a mi novio lo que pasó hace una semana con Rocío? ¿Qué estará haciendo? ¡No puedo dejar de pensar en ella!

domingo, 28 de octubre de 2012

Café y un pastelillo

Ha pasado una semana y mis padres no han comentado nada acerca de aquel incidente con los padres de Rocío.


Este lunes, mi novio y yo, hemos decidido aplazar nuestra cita habitual. Decidí salir con Rocío para saber qué es lo que había pasado después de que nos fuéramos.

La cita fue en el Café de la Gran Ciudad, justo enfrente del Palacio de Bellas Artes, a las 18:30. Llegó cinco minutos antes de la hora planeada. Llevaba un abrigo café que cubría una blusa blanca con holanes, un pantalón de mezclilla y unas botas entalladas. Se veía hermosa.

Pedimos, cada quien, un café y un pastelillo. Después del primer trago de café le pregunté cómo habían estado los ánimos después de aquella visita.
Me dijo que sus padres discutieron sobre las “perversidades” que hicimos aquel lunes. A mí no me parecía que fuera una perversión. Éramos tres adultos disfrutando de su sexualidad plena y con responsabilidad.
Describió paso a paso aquella escena: el padre golpeando a la madre. Dio detalle de todas las heridas que, el padre de Rocío, había hecho a su madre. Soltó un par de lágrimas y corrí a abrazarla. Me sentía tan culpable de que por nuestra culpa la madre de Rocío pagara por saciar nuestras ganas de experimentar.
Le pedí una disculpa por lo sucedido. Me dijo que no era mi culpa. Era “la gota que había derramado el vaso”. Después de aquellos golpes la madre había decidido separarse y no permitir un golpe más. Rocío sonrió cuando dijo esto. Estaba orgullosa de que su madre haya tomado la decisión de no permitir un golpe más.
Continuamos bebiendo nuestros cafés. Disfrutamos de los pastelillos, de la vista de aquella terraza y de nuestra compañía. El frío hacía más amena la compañía.
Decidimos caminar hacia Zona Rosa para ir a comprar unas botas que recién había visto. No sé en qué momento nos tomamos de la mano. Nos miramos y sonreímos. Era una sonrisa de complicidad.
Comenzaba a sentir aquella sensación que también mi novio me hacía sentir. Estaba confundido pero no podía soltar su mano.
Al llegar al cruce de Insurgentes y Reforma, la jalé hacia mí y la besé.  No sé de donde salió aquel impulso pero lo hice. Los dos sabíamos que era algo “prohibido” pero, ya habíamos hecho algo  similar.
¿Con quién debo quedarme? ¿Aceptará mi novio una relación poli-amorosa? ¿Qué debo hacer ahora?
"Femme fatal"- León Larregui

domingo, 21 de octubre de 2012

Ella, el y yo.

Llegó el lunes. El mismo lugar; la misma hora. Nunca pensé que me daría esa sorpresa. No podía creerlo. Él sabía que llevaba años buscando una situación similar.
La presentó como su mejor amiga. Rocío era su nombre. Debo admitir que es un nombre demasiado simple para la belleza de su cara. ¡Quién diría que esa cara angelical llevaría un demonio por dentro!
En el instante en que besé su mejilla, me dijo que sería un día especial. ¡Vaya que tendría la razón! 

La casa de Rocío sería el lugar idóneo. No estarían sus padres o hermanas. Era demasiado excitante el hecho de estar los tres completamente solos.
Recuerdo aquella casa como si fuera la mía: Cortinas blancas cubriendo enormes ventanales, un jardín lleno de rosas, escaleras con apariencia antigua, floreros de vidrio cortado, una sala muy cómoda… su recamara rosa.
Nos recibió con una copa de vino tinto, estoy seguro de que él le dijo que amaba el “Cabernet Sauvignon” de L.A. Cetto, y una charola con quesos y jamón serrano. Jamás el vino había resultado tan erotizante como esa tarde.
Ella me pidió permiso para comenzar a besar a mi novio; asentí con la cabeza. Fue un beso extraño y, hasta cierto punto, provocó que sintiera celos de ella. Él jamás me había besado con tanta intensidad como a ella. Pasé de la ira al erotismo puro. Fue una sensación demasiado extraña el cambio tan brusco de mi sentir.
Comenzó a tocar mi pierna y fue entonces que la jalé hacia mí. Había besado a otras chicas pero ella hacía que mi libido comenzara a aumentar de una manera loca. El comenzó a tocarnos, a tocarse y después sólo veía aquella escena. Su novio y su mejor amiga besándose frente a él.
Comenzó una escena demasiado erotizante para cualquiera: La toco, el me besa, lo toco, ella me besa, me tocan, se besan. Estoy seguro que los tres llegamos al éxtasis esperado.
Llegó la hora de retirarnos. Al mismo tiempo que nos despedíamos con un “estuvo muy rico todo”; llegaron sus padres. ¡Oh, sorpresa! ¡Los mejores amigos de mi padre! Fue el momento más incomodo que haya pasado en mis 20 años.
Los conocía a ellos pero no a su hija. Cuando me vieron tomado de la mano de mi novio comenzaron los insultos y nos corrieron de su casa. “No se permiten putos en mi casa”, dijo el padre de Rocío.
¿Por qué, ahora que comienzo a disfrutar ser como soy, empiezan los problemas? ¿Le dirán los padres de Rocío, a los míos, o que vieron aquella tarde? ¿Debo decirles yo? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Qué pasará?
"Otra decepción"- Torreblanca

domingo, 14 de octubre de 2012

Que no se pierda la bonita costumbre.

Y fue ahí cuando me di cuenta de que ya no era el mismo, cuando esos cuerpos comenzaron a llamar mi atención. Quizá sigo confundido, pero estoy seguro que todo comenzó hace cinco años.
Esta semana ha sido la más difícil. He dejado mis principios a un lado.  Lo he tomado el brazo y lo he besado hasta que se entumieran mis labios.
La cita fue el viernes en el anden del metro Tacuba; hasta atrás dirección Tasqueña. Para que no se perdiera la bonita costumbre. Cuando lo vi, sólo puede besarlo. Era demasiado evidente que nuestros cuerpos no se habían olvidado.
Comenzamos a discutir por qué habíamos tardado un año en llegar a ese estado de éxtasis. Recuerdo que el año en que lo conocí, aproximadamente cinco años atrás, era un año caluroso. Apenas comenzaba a asimilar lo que me hacía diferente de mis hermanos,  amigos, tíos, padres.
Necesitaba otras razones para estar seguro que hacía lo correcto. Pero… ¿Qué es lo correcto? ¿Acaso es correcto ocultar lo que sientes? ¿Acaso es correcto hacer lo que no sientes? ¿Es correcto ocultar lo que sentía en ese momento?
No supe que contestar, ese viernes, cuando me preguntó si estaba dispuesto a entregarme aunque el mundo estuviera en nuestra contra. ¿No era suficiente prueba el estar ahí? Al parecer no era la prueba que esperaba.
Solo puedo pensar, discutir, intentar huir, besarle. Tomarlo de la mano o por la cintura; gritarle que lo amo. Pero… ¿Qué es lo más correcto?
Muchas personas nos veían, susurraban cosas, miraban con desdén aquella escena de dos humanos peleando. Sonreían amistosamente o solo se burlaban. Era una situación demasiado incómoda. ¿Por qué nos juzgan? ¿Por qué no comprenden que nos amamos? ¿No saben lo difícil que es amar? ¿Nunca habían pasado por una situación similar?
Tomó mi mano y dijo: “No importan esas miradas, no importa cuán lejos estemos, sólo importa amarnos; Sólo importa este momento. Bésame y no me sueltes nunca”. Lo tomé por el cuello y comenzamos aquel ritual.
Decidí llevarlo a su casa por caballerosidad. “No importa cuán lejos estemos”. Esa frase no ha podido salir de mi cabeza desde el viernes. Hoy es domingo. Hemos decidido vernos mañana. Aún creo que ha sido buena idea.
¿Acaso soy un enfermo mental por ir en contra de lo marcado por la sociedad? ¿Qué dirá mi padre cuando se entere? ¿Qué pasará mañana por la tarde?
Sigo sin saberlo…

"Wicked Game- Chris Isaak" http://www.youtube.com/watch?v=E7dwH5m3Cao