domingo, 28 de octubre de 2012

Café y un pastelillo

Ha pasado una semana y mis padres no han comentado nada acerca de aquel incidente con los padres de Rocío.


Este lunes, mi novio y yo, hemos decidido aplazar nuestra cita habitual. Decidí salir con Rocío para saber qué es lo que había pasado después de que nos fuéramos.

La cita fue en el Café de la Gran Ciudad, justo enfrente del Palacio de Bellas Artes, a las 18:30. Llegó cinco minutos antes de la hora planeada. Llevaba un abrigo café que cubría una blusa blanca con holanes, un pantalón de mezclilla y unas botas entalladas. Se veía hermosa.

Pedimos, cada quien, un café y un pastelillo. Después del primer trago de café le pregunté cómo habían estado los ánimos después de aquella visita.
Me dijo que sus padres discutieron sobre las “perversidades” que hicimos aquel lunes. A mí no me parecía que fuera una perversión. Éramos tres adultos disfrutando de su sexualidad plena y con responsabilidad.
Describió paso a paso aquella escena: el padre golpeando a la madre. Dio detalle de todas las heridas que, el padre de Rocío, había hecho a su madre. Soltó un par de lágrimas y corrí a abrazarla. Me sentía tan culpable de que por nuestra culpa la madre de Rocío pagara por saciar nuestras ganas de experimentar.
Le pedí una disculpa por lo sucedido. Me dijo que no era mi culpa. Era “la gota que había derramado el vaso”. Después de aquellos golpes la madre había decidido separarse y no permitir un golpe más. Rocío sonrió cuando dijo esto. Estaba orgullosa de que su madre haya tomado la decisión de no permitir un golpe más.
Continuamos bebiendo nuestros cafés. Disfrutamos de los pastelillos, de la vista de aquella terraza y de nuestra compañía. El frío hacía más amena la compañía.
Decidimos caminar hacia Zona Rosa para ir a comprar unas botas que recién había visto. No sé en qué momento nos tomamos de la mano. Nos miramos y sonreímos. Era una sonrisa de complicidad.
Comenzaba a sentir aquella sensación que también mi novio me hacía sentir. Estaba confundido pero no podía soltar su mano.
Al llegar al cruce de Insurgentes y Reforma, la jalé hacia mí y la besé.  No sé de donde salió aquel impulso pero lo hice. Los dos sabíamos que era algo “prohibido” pero, ya habíamos hecho algo  similar.
¿Con quién debo quedarme? ¿Aceptará mi novio una relación poli-amorosa? ¿Qué debo hacer ahora?
"Femme fatal"- León Larregui

domingo, 21 de octubre de 2012

Ella, el y yo.

Llegó el lunes. El mismo lugar; la misma hora. Nunca pensé que me daría esa sorpresa. No podía creerlo. Él sabía que llevaba años buscando una situación similar.
La presentó como su mejor amiga. Rocío era su nombre. Debo admitir que es un nombre demasiado simple para la belleza de su cara. ¡Quién diría que esa cara angelical llevaría un demonio por dentro!
En el instante en que besé su mejilla, me dijo que sería un día especial. ¡Vaya que tendría la razón! 

La casa de Rocío sería el lugar idóneo. No estarían sus padres o hermanas. Era demasiado excitante el hecho de estar los tres completamente solos.
Recuerdo aquella casa como si fuera la mía: Cortinas blancas cubriendo enormes ventanales, un jardín lleno de rosas, escaleras con apariencia antigua, floreros de vidrio cortado, una sala muy cómoda… su recamara rosa.
Nos recibió con una copa de vino tinto, estoy seguro de que él le dijo que amaba el “Cabernet Sauvignon” de L.A. Cetto, y una charola con quesos y jamón serrano. Jamás el vino había resultado tan erotizante como esa tarde.
Ella me pidió permiso para comenzar a besar a mi novio; asentí con la cabeza. Fue un beso extraño y, hasta cierto punto, provocó que sintiera celos de ella. Él jamás me había besado con tanta intensidad como a ella. Pasé de la ira al erotismo puro. Fue una sensación demasiado extraña el cambio tan brusco de mi sentir.
Comenzó a tocar mi pierna y fue entonces que la jalé hacia mí. Había besado a otras chicas pero ella hacía que mi libido comenzara a aumentar de una manera loca. El comenzó a tocarnos, a tocarse y después sólo veía aquella escena. Su novio y su mejor amiga besándose frente a él.
Comenzó una escena demasiado erotizante para cualquiera: La toco, el me besa, lo toco, ella me besa, me tocan, se besan. Estoy seguro que los tres llegamos al éxtasis esperado.
Llegó la hora de retirarnos. Al mismo tiempo que nos despedíamos con un “estuvo muy rico todo”; llegaron sus padres. ¡Oh, sorpresa! ¡Los mejores amigos de mi padre! Fue el momento más incomodo que haya pasado en mis 20 años.
Los conocía a ellos pero no a su hija. Cuando me vieron tomado de la mano de mi novio comenzaron los insultos y nos corrieron de su casa. “No se permiten putos en mi casa”, dijo el padre de Rocío.
¿Por qué, ahora que comienzo a disfrutar ser como soy, empiezan los problemas? ¿Le dirán los padres de Rocío, a los míos, o que vieron aquella tarde? ¿Debo decirles yo? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Qué pasará?
"Otra decepción"- Torreblanca

domingo, 14 de octubre de 2012

Que no se pierda la bonita costumbre.

Y fue ahí cuando me di cuenta de que ya no era el mismo, cuando esos cuerpos comenzaron a llamar mi atención. Quizá sigo confundido, pero estoy seguro que todo comenzó hace cinco años.
Esta semana ha sido la más difícil. He dejado mis principios a un lado.  Lo he tomado el brazo y lo he besado hasta que se entumieran mis labios.
La cita fue el viernes en el anden del metro Tacuba; hasta atrás dirección Tasqueña. Para que no se perdiera la bonita costumbre. Cuando lo vi, sólo puede besarlo. Era demasiado evidente que nuestros cuerpos no se habían olvidado.
Comenzamos a discutir por qué habíamos tardado un año en llegar a ese estado de éxtasis. Recuerdo que el año en que lo conocí, aproximadamente cinco años atrás, era un año caluroso. Apenas comenzaba a asimilar lo que me hacía diferente de mis hermanos,  amigos, tíos, padres.
Necesitaba otras razones para estar seguro que hacía lo correcto. Pero… ¿Qué es lo correcto? ¿Acaso es correcto ocultar lo que sientes? ¿Acaso es correcto hacer lo que no sientes? ¿Es correcto ocultar lo que sentía en ese momento?
No supe que contestar, ese viernes, cuando me preguntó si estaba dispuesto a entregarme aunque el mundo estuviera en nuestra contra. ¿No era suficiente prueba el estar ahí? Al parecer no era la prueba que esperaba.
Solo puedo pensar, discutir, intentar huir, besarle. Tomarlo de la mano o por la cintura; gritarle que lo amo. Pero… ¿Qué es lo más correcto?
Muchas personas nos veían, susurraban cosas, miraban con desdén aquella escena de dos humanos peleando. Sonreían amistosamente o solo se burlaban. Era una situación demasiado incómoda. ¿Por qué nos juzgan? ¿Por qué no comprenden que nos amamos? ¿No saben lo difícil que es amar? ¿Nunca habían pasado por una situación similar?
Tomó mi mano y dijo: “No importan esas miradas, no importa cuán lejos estemos, sólo importa amarnos; Sólo importa este momento. Bésame y no me sueltes nunca”. Lo tomé por el cuello y comenzamos aquel ritual.
Decidí llevarlo a su casa por caballerosidad. “No importa cuán lejos estemos”. Esa frase no ha podido salir de mi cabeza desde el viernes. Hoy es domingo. Hemos decidido vernos mañana. Aún creo que ha sido buena idea.
¿Acaso soy un enfermo mental por ir en contra de lo marcado por la sociedad? ¿Qué dirá mi padre cuando se entere? ¿Qué pasará mañana por la tarde?
Sigo sin saberlo…

"Wicked Game- Chris Isaak" http://www.youtube.com/watch?v=E7dwH5m3Cao