domingo, 21 de octubre de 2012

Ella, el y yo.

Llegó el lunes. El mismo lugar; la misma hora. Nunca pensé que me daría esa sorpresa. No podía creerlo. Él sabía que llevaba años buscando una situación similar.
La presentó como su mejor amiga. Rocío era su nombre. Debo admitir que es un nombre demasiado simple para la belleza de su cara. ¡Quién diría que esa cara angelical llevaría un demonio por dentro!
En el instante en que besé su mejilla, me dijo que sería un día especial. ¡Vaya que tendría la razón! 

La casa de Rocío sería el lugar idóneo. No estarían sus padres o hermanas. Era demasiado excitante el hecho de estar los tres completamente solos.
Recuerdo aquella casa como si fuera la mía: Cortinas blancas cubriendo enormes ventanales, un jardín lleno de rosas, escaleras con apariencia antigua, floreros de vidrio cortado, una sala muy cómoda… su recamara rosa.
Nos recibió con una copa de vino tinto, estoy seguro de que él le dijo que amaba el “Cabernet Sauvignon” de L.A. Cetto, y una charola con quesos y jamón serrano. Jamás el vino había resultado tan erotizante como esa tarde.
Ella me pidió permiso para comenzar a besar a mi novio; asentí con la cabeza. Fue un beso extraño y, hasta cierto punto, provocó que sintiera celos de ella. Él jamás me había besado con tanta intensidad como a ella. Pasé de la ira al erotismo puro. Fue una sensación demasiado extraña el cambio tan brusco de mi sentir.
Comenzó a tocar mi pierna y fue entonces que la jalé hacia mí. Había besado a otras chicas pero ella hacía que mi libido comenzara a aumentar de una manera loca. El comenzó a tocarnos, a tocarse y después sólo veía aquella escena. Su novio y su mejor amiga besándose frente a él.
Comenzó una escena demasiado erotizante para cualquiera: La toco, el me besa, lo toco, ella me besa, me tocan, se besan. Estoy seguro que los tres llegamos al éxtasis esperado.
Llegó la hora de retirarnos. Al mismo tiempo que nos despedíamos con un “estuvo muy rico todo”; llegaron sus padres. ¡Oh, sorpresa! ¡Los mejores amigos de mi padre! Fue el momento más incomodo que haya pasado en mis 20 años.
Los conocía a ellos pero no a su hija. Cuando me vieron tomado de la mano de mi novio comenzaron los insultos y nos corrieron de su casa. “No se permiten putos en mi casa”, dijo el padre de Rocío.
¿Por qué, ahora que comienzo a disfrutar ser como soy, empiezan los problemas? ¿Le dirán los padres de Rocío, a los míos, o que vieron aquella tarde? ¿Debo decirles yo? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Qué pasará?
"Otra decepción"- Torreblanca

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