domingo, 18 de noviembre de 2012

La verdad

Ha pasado una semana desde que iniciamos nuestra relación poliamorosa. Decidí contarle sobre mis preferencias a mi padre el viernes por la noche. Mi padre llegó, como siempre, a las 21:35 horas. Jamás me había puesto tan nervioso con su llegada. Le dije: “Papá, tengo que platicar algunas cosas contigo y con mamá. ¿Podemos ir al estudio?”. Asintió con la cabeza.
Estoy seguro de que mi madre presentía aquella noticia. Hace tiempo me había escuchado hablar con Gabriel. Era una plática “candente”. En el momento en que descubrí que mi madre estaba escuchando, colgué el teléfono. Ella se fue.
No sabía cómo explicarlo. No sabía qué palabras usar. Ha sido uno de los momentos más difíciles de mi vida. En el momento en que vi a mis padres sentados y tranquilos, dije: “Han pasado 20 años desde que llegué a esta familia. Hace unas semanas descubrí quien soy en realidad. Soy bisexual y tengo novia y novio.”
Los ojos de mi madre comenzaron a soltar unas lágrimas y corrió a abrazarme. Me dijo: “Es tu vida y yo te acepto como eres. Me enorgullece saber que tienes la confianza para decirlo de frente. Eres mi más grande orgullo”.
Hubiera deseado que la actitud de mi padre fuera la misma. Empujó a mi madre y comenzó a insultarme. Dijo cosas tan hirientes que comencé a llorar como si fuera un bebé. Esas palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón y me han lastimado. Hay unas palabras que no saldrán tan fácil de mi cabeza: “Solo eres un error. Yo sabía que no era una buena idea tenerte. No eres el hijo que había deseado. Me das asco. ¡Largo de mi casa!”.
Comencé a empacar. Llamé a Gabriel y Rocío para poder llevar mis cosas al departamento de Gabriel. Me sentía tan triste por la reacción de mi padre. Había terminado de empacar y mi madre llegó a abrazarme. Nos fundimos en un abrazo y compartimos las lágrimas.
Llegó Gabriel y comenzamos a meter las maletas en la camioneta. Llegando a casa de Gabriel, me encerré en el baño, tomé una navaja y corté mis muñecas. Hoy desperté en el hospital. Estaba Gabriel, Rocío y mi madre. Mi papá entró y me dijo: “Perdona lo que te dije. Eres mi luz. Dame tiempo para asimilarlo. Te veo pronto”.
Creo que al final aceptará lo que soy. No volveré a atentar contra mi vida. Hoy volví a nacer. Haré mi mayor esfuerzo para demostrarle a mi padre que sigo siendo un buen estudiante y, sobre todo, buen hijo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Hasta que el cuerpo aguante

Había llegado el momento de enfrentar mis más grades temores. Decidí hablar, con ella y con él, sobre lo que sentía. Los amaba con todas las fuerzas de mí ser.

Mis padres estaban en Veracruz, visitando a mi abuela. Decidí que mi casa sería el lugar correcto para reunirlos. La cita fue el lunes a las 19:30 horas en mi casa.
Ella llegó primero. Me impresionó su vestimenta: un abrigo negro, pantalón ajustado y botas negras. Se veía hermosa. La tomé por la cintura y la besé. Cinco minutos después, llegó él. Nunca se había visto tan bien: una camisa rosa ajustada que dejaba ver sus músculos bien torneados, pantalón de mezclilla y unos zapatos cafés. Lo besé como siempre.
Era el momento de hablar. No encontraba las palabras hasta que un impulso me llevó a decirles: “los amo y es por eso que los tengo aquí. Gabriel, eres el amor de mi vida pero me he enamorado de Rocío”. Gabriel creyó que era una broma hasta que notó la seriedad de mis palabras.
Gabriel dijo: “Sabes que me ha costado mucho trabajo llegar hasta ti, Alberto. ¿Vas a terminar la relación conmigo solo por creerte enamorado de Rocío?”.
Comencé a ponerme más nervioso. No sabía cómo decírselo. Pensé las palabras correctas y dije: “estoy plenamente convencido de que te amo. No quiero terminar contigo. Solo te estoy pidiendo que me permitas estar con Rocío y contigo. Te estoy pidiendo una relación poliamorosa”.
Rocío se notaba demasiado incómoda y dijo: “Gabriel, te amo y he aceptado compartir el amor de Alberto contigo. Dejemos de ser convencionales. Amémonos y dejémonos llevar hasta que el cuerpo aguante”.

Gabriel se levantó de su silla y salió de mi casa. Salimos detrás de él pero era demasiado tarde. Había decidido irse. Comencé a llamar a su celular y desviaba mis llamadas. Veinte intentos de llamadas después, me envió directo al buzón de voz. Al soltar la primera lágrima, Rocío había decidido irse a casa.
El sábado Gabriel me llamó y me citó en el Monumento a la Revolución. Había llorado toda esa semana por él. Al llegar, me llevé una gran sorpresa: Gabriel y Rocío tomados de la mano. No supe cómo reaccionar y comencé a llorar. Gabriel corrió, me abrazó y dijo: “No te dejaría por nada en el mundo. Te amo y solo quiero que seas feliz”. Rocío me abrazó poco después y dijo: “Te amamos y nos vamos a apoyar”.
Después de ese momento sabía que era momento de enfrentar lo que viniera. Era momento de hablar con mi familia. ¿Qué me dirá mi papá? ¿Qué dirá mi mamá? ¿Qué pasará con mi vida?

domingo, 4 de noviembre de 2012

Una fiesta exitosa

Hemos decidido, él y yo, que nos veríamos el miércoles 31 de Octubre para celebrar Halloween con nuestros amigos. Esa celebración quedará en mi memoria por mucho tiempo.
Ese día, llegué a su casa alrededor de las 19:30 horas. Su mamá me había recibido como si fuera un hijo que casi nunca visitaba su casa. La atención de toda la familia estaba sobre mí. Comenzaban a llover preguntas: ¿Dónde se conocieron? ¿Quiénes son sus amigos en común? ¿Es verdad que Rocío tuvo algo, más allá de una amistad, con ustedes?
Nunca imaginé que él revelaría tanta información a su familia. Detuvo el interrogatorio acercándome unas cuantas gomitas, en forma de cerebros, bañadas con chamoy. Muy acorde a la celebración.
Después de aquel pequeño festín decidimos que era momento de ponernos nuestros disfraces. Él decidió que comenzara aquella transformación en su recámara y él lo haría en el baño. Cuarenta y cinco minutos después, yo estaba listísimo para presumir lo que había hecho: una zombificación de Carlos Monsiváis. Él se había disfrazado de “Zapata Zombi”.  Después de un pan de muerto y un chocolate caliente, salimos a la fiesta.
El trayecto fue muy divertido: escuchando canciones de los 80’s, personas tomándonos fotos desde sus autos, comiendo gomitas en forma de cerebros, etcétera.
La fiesta era cerca de la delegación Venustiano Carranza. Al llegar, nos dimos cuenta de que ya no había lugar para estacionar el automóvil. Bajé a buscar a Lalo, nuestro amigo y organizador de la fiesta.  Él comenzó a pedir a la gente que acomodara sus autos. Al cabo de sólo cinco minutos, mi novio ya bajaba del auto.
La fiesta tenía todo lo que cualquier chico de 20 años podía pedir: cerveza, comida, buena música y muy buen “taco de ojo”. Mi novio y yo sabíamos que quizá era la oportunidad de hacer un trío con otro chico. En ese momento apareció quien provocaría, en ambos, aquella satisfacción que tanto buscábamos.
Iba disfrazado de la parca. El detalle que llamó nuestra atención fue su traje entallado que mostraba sus músculos bien ejercitados. Al cabo de dos horas y cuatro o cinco cervezas, decidí hablarle e ir al grano. Cuando le hice la propuesta, dudó solo dos segundos para decir que aceptaba. Subimos a una de las recámaras y comenzó a hacerse realidad aquella fantasía de los tres.
No supimos quién era. No supimos adónde iba. Sólo sabíamos que esa noche había salido a la perfección.
¿Cómo le diré a mi novio lo que pasó hace una semana con Rocío? ¿Qué estará haciendo? ¡No puedo dejar de pensar en ella!